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Los Aposentos de la Ausencia

Publicado el , 22 de Feb de 2013
Ese agudo ruido que rítmicamente me volvía loca, no hacía más que llevarme a mi pasado, a recordar momentos alegres y tristes, personas que sepulte en el olvido y que solo recuerdo en este último y probablemente más largo minuto de mi vida.
 
Me veía en un lugar que no conocía. Se asemejaba a un jardín. ¿El paraíso? ¿MI paraíso? Alguna vez escuche que cada quien crea su propio paraíso, su propio final, su propia eternidad. Pero no, imposible, sigo agonizando. ¿Dónde están los doctores? ¿Qué podrán estar haciendo? Seguramente algo mejor que intentar salvar a una persona que ya está muerta, su paraíso la ha capturado, ahora hace parte de él, nunca regresara, nadie volverá a verla jamás. Solo en fotos y recuerdos que todos algún día olvidaran, y al vivir esta agonía que nos atormenta a todos, recordaran. Pero bueno, como Gandhi dijo, “La muerte no es más que un sueño y un olvido”; un sueño que no acaba.
 
Son muy pocos quienes cumplen su misión en este mundo, pero se les es concedido el precioso tesoro de aun así no abandonarlo, quedarse un poco más; A mí me dieron 6 meses, eso dijeron los doctores… pero, ¿Cuánto tiempo ha pasado? He perdido toda noción del tiempo, de qué fecha es hoy… no sé cual es día de mi muerte y si no lo sé yo, ¿Quién querrá recordarlo? ¿Qué clase de persona soy? ¿Qué clase de persona fui? ¿Que soy? ¿Qué fui? Sí, QUE… ya no soy más que un objeto sin significado alguno, y próximamente nada más que secas, languidecidas, anodinas, monótonas, estúpidas cenizas.
 
Mi vida fue una muerte venidera, sin nada que me impulsara a seguir adelante, donde todo me oprimía y de la que no me sentí parte. Quise siempre desvanecerme arrasando con todo vestigio de mi existencia, que se reduce en este momento a nada, y que pensándolo bien nunca fue más que eso, mi muerte no es más que una muerta vivida en los aposentos de la ausencia. Y eso se reduce en una lágrima, el rocío de mis ojos que nunca encontraron consuelo, pues nunca existió en realidad quien me lo diera. Después de abandonar esta realidad, que para mí nunca existió, fue que entendí que tanto en mi vida como en mi actual estado no hubo ni habrá más nada.


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Sobre el autor

Maria Alejandra Serrano



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