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Domingos absurdos

Publicado el , 18 de Nov de 2013
Aparejan mis hilos de pescador,
estas sensaciones tan profundas,
como un ave que vuela al sol,
como un ciervo que carga enjundia,
perdiéndome en mis pensamientos,
hundiéndome en mares de mal,
oscuro y pensando algo siniestro,
me saco las ganas de nadar,
entre los cuerpos más bonitos,
las piernas más tersas y suaves,
las pieles más aromáticas,
las bocas más románticas,
las tuve y las seguiré teniendo,
a ellas todas y en su cama,
a ella toda integra en mis brazos,
haciendo una sola cosa viva,
fundiendonos en el amanecer del verano,
en la tarde en que nos encontramos,
la que nunca dejamos de hacer el amor,
la misma tarde en que nos dejamos.
Por cobarde voy tan sobrio,
con las dudas que me aprietan,
con las gentes que aconsejan,
como si importaran sus palabras,
las escucho y me les escapo,
a correr de nuevo a sus brazos,
a perderme entre sus tacos,
a volverme solitario y pensando,
que otra vuelta ha llegado,
en que te pega y te deja grogui,
por querer hacerme el malo,
terminé solo jugando,
escribiendo sin sentidos,
cosas un poco crípticas,
a ver si las entiendes,
escupiendo mis mentiras,
las que le hago a mi alma misma,
las que no se come ni parrado,
y las que siempre he enterrado.
De los muertos del placard,
van quedando ya muy pocos,
y pensar que cuando había más,
ni jodían entre todos,
pero ahora que hay muy pocos,
esos ruidos son agudos,
y me atormentan los domingos,
cuando se que se pone oscuro,
comienza la semana,
y no se bien si estaré bien,
si mañana se quema roma,
si el agua me cubrirá hasta la boca,
o podré nadar paciente,
pero como dicen los buenos amigos,
que esté todo como tenga que estar,
que si bien debe estar, lo esté la casa,
y si no, que reviente como garrafa.
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Sobre el autor

Ignacio Iglesias

Ignacio "Nacho" es un gran escritor apasionado; no tengo resquemor en afirmarlo porque estoy convencido que lo es. Amante de la vida y del conocimiento, cultivador de los pequeños detalles y los ratos de filosofía nocturna; siempre con ganas de crecer, no para de escribir poesía, desgarrarse y afinar su pluma. En un mundo plagado de vivos racionales, un loco que no mide consecuencias, VIVE. por Ricardo Castillo Miranda



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