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Sucesos

Publicado el , 16 de Ene de 2014
Hoy me estaba acordando,
de aquel día que desperté,
entre sueños medio alunado,
quise vestirme y correr,
pero detuvieron mi acelere,
un par de rostros sorprendidos,
por mi extraño despliegue,
de volar aunque esté dormido.

Fue un día de esos como hoy,
de esos en que me siento más,
días en donde dejo a la razón,
pudriéndose en las sombras del mal,
por que si que sirve en sus ocasiones,
pero hay momentos en que pierde,
por ejemplo pierde con las pasiones,
no hay razón alguna que les llegue.

Con el tiempo ese día se ocultó,
pero adentro mío zumbaba latente,
entonces pasó el tiempo entre dos,
hasta que el zumbido fue insistente,
cuando solos abrazados a cielo abierto,
las señales que esperaba se mostraron,
una estrella cruzó el húmedo desierto,
y mis razones todas se derrumbaron.

Entonces supe que me había llegado la hora,
que algún agente del sentir me apuntaba,
apenas cayó y subió la luna en la demora,
volvimos al sitial indicado y te abrazaba,
bajo el mismo mar de estrellas derretido,
sobre la misma arena húmeda desértica,
te pedí que el tiempo lo perdieras conmigo,
y me aceptaste sorprendida pero perfecta.

Desde entonces esperé por la revancha,
sabiendo habiéndome quedado corto,
quería más de todo eso que me dabas,
y en difícil silencio organicé el retorno,
ni esperabas mi regreso, ni esperabas,
que un secreto lo guardara tanto rato,
ni que el cielo en un regalo reventara,
ni que yo quisiera coserme a tu manto.

Por que pude ver intensa tu mirada,
los primeros segundos que me regalabas,
supe que hasta ahí no iba por nada,
iba por vos y tus desperfectos de dama,
por tus risas descosidas bajo el sol,
por las ganas de abrazarte sin medida,
por que toda entera entregas vida y amor,
por que ahora recordaba como se sentía.
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Sobre el autor

Ignacio Iglesias

Ignacio "Nacho" es un gran escritor apasionado; no tengo resquemor en afirmarlo porque estoy convencido que lo es. Amante de la vida y del conocimiento, cultivador de los pequeños detalles y los ratos de filosofía nocturna; siempre con ganas de crecer, no para de escribir poesía, desgarrarse y afinar su pluma. En un mundo plagado de vivos racionales, un loco que no mide consecuencias, VIVE. por Ricardo Castillo Miranda



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