En una jornada cumplida
se encontraron por un casual
un perico y un buey caudal.
Y en una discusión en seguida
se enzarzaron; que es sabida
esta afición en lo animal.
El loro con voz pasional
comenzó a hablar sin medida:
-Mi pluma envidias colorida
tú que por ser tosco y brutal
conoces tu sino fatal,
pues sólo el trabajo es tu vida.
Yo, sin embargo, bien me precio
de tener hermoso vestido:
que vistoso y muy distinguido
es el bello hábito que aprecio.
Habiendo escuchado al vil necio
el toro en tanto embravecido
le respondió pronto advertido
de su tan patente desprecio.
-Tu plumaje no vale un pecio
sino por su color fingido;
nada tiene que hacer vencido
por mi testuz y porte recio;
que pronto te alzara vengado
de la afrenta que tan donoso
osas contra mí jactancioso
inferir sin haber cuidado.
No te creas bien alabado
por externo traje dudoso
que aunque no soy bello ni hermoso
por mi arrojo soy afamado.
Esto les suele suceder
a los que con gran petulancia
demuestran su mucha jactancia
y su fatuo y poco valer;
que presto se ha de conocer
el valor en la circunstancia
no en la banal y ruin sustancia
de quien mal quiere merecer.
Autora: Silvia Patón Cordero
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