El desperdicio de la vida

Frágil, manipulable, con una ambrosía,

Que va desde el cielo hasta el núcleo de esta tierra,

Siento un olor a vainilla, tenue pero repetitivo que

 me arrastra Por otros caminos.

Desvanecida en la infinidad de versos que

Pronuncian a mi alrededor, me pierdo

Observando como el sol se pierde a través

De las montañas.

Escuchar como crujen los arboles es lo único

Que mantiene este frágil mundo en movimiento;

Mundo lleno de banalidad, personas perdidas,

Conversaciones tristes, sin sentido se apoderan

De los espacios.

No hay nadie a quien llamar, no hay nadie que

Pueda responder, animales sin pensamiento,

Corrompidos por la superficialidad y el poder,

Equivocada libertad por la que pelean a diario,

Ya no pueden llegar a tocar su alma, pues ya

• Segmento IV