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Aves de otro costal

Publicado el , 13 de Ene de 2013
Sucedió lo esperado, un día vió que no eran dos aves iguales,
la experiencia había llegado, a fuerza de caídas en el vuelo,
y finalmente sintió lo inesperado, que debía terminar su duelo,
miró el sol, abrió sus alas, se lanzó al precipicio, y remontó.

Miró al sol por instinto, sintió siempre que ese era su objetivo,
y por aquellos ratos de soledad, donde gustaba disfrutarla,
se preguntó que más existía en la fauna del universo,
un día de inquietud, conoció las estrellas mirando el cielo.

Y desde el campo a las estrellas, se imaginó volando alto en la noche,
conociendo más allá de las montañas con aleteos entre las nubes blancas,
se vislumbró desafiando las leyes de gravedad en intrépidas caídas rápidas,
algunas veces volvió a caer, pero aprendió a no lastimarse dando ruedos.

Se dio cuenta de lo mucho que necesitaba tener más libertad en su vuelo,
que aquel día del pasado, que habían armado un nido entre alas de fuego,
solo había concedido un nuevo permiso, para las brasas ardientes del destino,
que culminarían, hoy lo sabía, en un estridente incendio de todo y todos.

Esa mañana se despertó incendiado,
atribuyó quemaduras a conductas de gusanos, de pichones y de crías,
le hizo entender que siempre cumpliría con la misión de la naturaleza,
pero que su destino, sería intentar volar alto, y con ella no lo conseguía.

Esa mañana vio que él era un Águila autóctona de la libertad,
El Águila vuela alto buscando el sol, es una cazadora furtiva,
busca las aventuras, los riesgos, las montañas empinadas y a todos nos mira,
se lanza al vacío con total desparpajo, y con sus garras caza su objetivo.

El Águila no aprende a volar, sin arriesgar su vida en la pendiente,
pero busca sobre todo la vida, y la seguridad del confiar en sí misma,
de saber que sus alas siempre, tendrán la capacidad de detenerse en el aire,
de mirar entre las nubes y enceguecerse del amarillo radiante por un instante.

El Águila fiel, esa mañana cayó en consecuencia de su realidad,
Se lanzó al precipicio de la inseguridad y abrió sus alas en la caída,
remontó vuelo en círculos alrededor del sol y divisó de lejos su historia,
Saludó al Ave Fénix que miraba orgullosa desde su nido, y marchó.

Cada tanto vuelan juntos por minutos, 
separados por el aire de la seguridad, negocian sus vuelos de tormenta,
el andar mirando el sol no tan seguido, al Águila le recuerda las raíces,
esas que dejó a manos del Fénix, que las cuida y comparte con él para regar.
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Sobre el autor

Ignacio Iglesias

Ignacio "Nacho" es un gran escritor apasionado; no tengo resquemor en afirmarlo porque estoy convencido que lo es. Amante de la vida y del conocimiento, cultivador de los pequeños detalles y los ratos de filosofía nocturna; siempre con ganas de crecer, no para de escribir poesía, desgarrarse y afinar su pluma. En un mundo plagado de vivos racionales, un loco que no mide consecuencias, VIVE. por Ricardo Castillo Miranda



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