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Vuelta a verla

Publicado el , 20 de Oct de 2013
Dos gorriones equilibristas,
posaban en los pestillos de mi puerta,
suerte que tienen aquellos que vuelan,
que escapan de las revistas,
que se curan con el alma abierta.

Ayer el sol bañaba la vida,
en el ómnibus salí por un apuro,
y nomás a dos paradas la vi sentada,
disimula un gesto y mira,
de gafas negras jugué de duro.

Mientras se detenía,
ya de lejos venía relojeando,
“no me digas que es ella hermano”
como mirando si me mentía,
el destino, venía tentando.

Cómo confundirla,
a la musa responsable de mis rimas,
de las mejores basuras que he escrito,
obseso fui a pudrirla,
y ansioso caí en sus espinas.

Golpeé la ventana
Los gorriones volaron sorprendidos,
¿Quién es el pesado que no nos deja?
Avisaban en caravana,
era momento de escribir con mis sentidos.

Y ese día recodaba triste,
por recibir sus cartas tan distantes,
acabé por analizar cada una de sus palabras,
me escribía “ya fuiste”,
y gritaba que se ahogaba en otras frases.

Pero yo no le perdono,
porque ansioso y obsesivo escribo,
son esos daños colaterales que deja el amor,
amor que hoy es dolo,
que entre estas letras aun percibo.

Así que se quedan vacíos,
los cupones por invitaciones al café,
los cheques en blanco para que completes,
con ojos nunca míos,
con finales de lo que nunca fue.

¿Entre las cenizas,
después del fuego quedaron brasas?,
con este clima que se ha ordenado gris,
con esta puta llovizna,
además de apagar, me desgarras.

¿Por qué ir a disculparme?
Si nunca has entendido nada de esto,
tan literal me has leído me temo confieso,
deberías halagarme,
y no ser quien vacíe el cesto.

Todo lo que te halagaba,
un día convertiste en todo lo nocivo,
y tus dedos me tecleaban que me detuviera,
es que ahora pensaba,
te quejas que he sido un obsesivo.

Había sido fácil,
ocultarme entre todas mis tareas,
reclamarme más dispuesto a trabajar,
responder bien ágil,
responder con frases hechas.

Preocuparme,
de aquello que me daba un minuto,
de las personas que me querían a su lado,
era solo ocultarme,
las cosas que sentía por tu mundo.

Y fue sencillo,
hasta que esa tarde de sol y vida,
volvía a verte y vi que me miraste,
dos veces estimo,
tres veces y me quedé sin salida.

Pido me disculpes,
si mis frases fueron hierros calientes,
si he abierto viejas heridas aún en cura,
pido me disculpes,
y algún día, me susurres lo que sientes.

Esto es simple querida,
tu belleza me ha cegado y fue peor,
aunque tema estar de nuevo equivocando,
nada de eso fue mentira,
y si no lo entiendes, no conoces al amor.
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Sobre el autor

Ignacio Iglesias

Ignacio "Nacho" es un gran escritor apasionado; no tengo resquemor en afirmarlo porque estoy convencido que lo es. Amante de la vida y del conocimiento, cultivador de los pequeños detalles y los ratos de filosofía nocturna; siempre con ganas de crecer, no para de escribir poesía, desgarrarse y afinar su pluma. En un mundo plagado de vivos racionales, un loco que no mide consecuencias, VIVE. por Ricardo Castillo Miranda



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