Melancolía

No está la majestuosa gracia del profundo sentimiento que acariciaba el firmamento los domingos por la tarde cuando las lágrimas de felicidad danzaban a las melodías del amor. No está la luz que desplazaba las sombras amargas cuan brumas que desangraban el corazón de la poesía las noche de dolor. No está el sonido de la esperanza que vestido de dulzura sembraba estrellas como flores brillantes en los jardines del edén. No está el aroma de los suspiros y las sonrisas de armiño, hoy tan sólo son recuerdos que no cesan de herir mi vida con la fatalidad de la pertinaz pena que ha reemplazado la sangre de mis venas. Sí. No está... Las sombras me lo dicen y el abrumador silencio me lo recuerda mientras me consume en ésta inclemente nada que ha quedado porque no está ni la vida ni el amor. No está tampoco la fina seda que secaba éstas lagrimas y la tibia ternura que abrigaba mi alma... Hoy nada ni nadie está... Tan sólo yo. Yo tan solo.

• Segmento IV