Eclipse.
Y el desaliento hizo de mis ojos su cuna… Luego de tantas noches, una tras otra
Contemplando a la luna, luz diáfana que traes a la mente el recuerdo del brillo de su nacarada frente, y me pregunto… ¿Qué soy? ¿Quién soy…? Pues no soy nada, o quizá un suspiro, un instante, una cifra dentro del número de habitantes de la tierra, tal vez una hoja seca que aún se aferra al árbol, una fracción del número fluctuante de autómatas que aún después de desplomarse vuelve la mirada al cielo…
O sí, soy solo eso un poeta enamorado de la luna, que escribe sueños y los dibuja en una tierra sin dueño donde nada se detiene excepto el pensamiento para arrancar al pasado un recuerdo, que luego de escaparse de las manos viaja por las venas y es proyectado en mi cabeza y danzo sin límite por el infinito, por los planetas que había olvidado rodeado de luces, de colores y la magia hace que olvide el día y sus minutos ya son pasado.
Renace el día con su luz amarilla que parece arrancar llamas al marco de la ventana, es él, quien rompe el velo de la noche para brillar con su fulgor y su derroche. De nuevo al mundo, a su agite diario… y aunque para muchos sea una cárcel es el mejor escenario para presentar la función, mis pasos avanzan en medio de la multitud desapareciendo como un barco que se aventura ante la mar embravecida…
Es confuso el camino, solo una larga caravana de rostros me rodea, es hostil el panorama pues no sé hacia dónde ir, miro al cielo despejado y aunque solo paz vislumbro, el sol sabe de qué hablo cuando digo que estoy perdido pues tampoco ha encontrado sentido a la teoría del caos y me mira… no mira a la tierra, me observa, sonríe y se inspira porque también en el fondo tiene un corazón que estalla en volcanes, en llamas y el fuego que arde lo mueve a dar vida.
Un nuevo fenómeno se teje lento en la galaxia, la materia pulula en brillos y silencio… Las estrellas ya no ignoran mi existencia y aunque desearía arrancar una para ponerla en mi bolsillo tendría que cargar con la culpa de haber robado un diamante al cielo y a la ciencia.
El mundo me observa mientras camino lento, son los rostros de la tristeza, el hambre y su lamento acaso los que en las calles piden que muera la injusticia, la xenofobia disfrazada de sonrisa parada custodiando las fronteras de un astro tan pequeño sabiendo que allá afuera una estrella fugaz no conoce los límites para volar hasta lo sempiterno, mis pies se posan sobre un campo de batalla donde yacen yertos sentimientos… ¡Y el mundo no se detiene! Todos siguen su camino, parecen no percatarse de que sus pasos agigantados movidos por el afán terminan de arrancar la vida a lo poco que queda de esos sueños heridos.
La predicción de este día ya estaba marcada en algún calendario, quizá los cálculos de los astrónomos le habían dado un tinte diferente a ese 29 de octubre, el cielo no era el que se veía a diario… las aves buscaron su nido a plena luz del día y de rojo se vestían las nubes como un oscuro presagio, caminé hasta la estación del tren donde le esperaba cada tarde, y aunque la multitud se movía frente a mis ojos parecían enmudecer frente al eco del latido acelerado de mi corazón, el sol siguió mi consejo al pie de la letra y sin importar los años luz de distancia que los separaban llamó con fuerza a su amada y la invitó a recordar esos tiempos donde no existía más nada, antes de que el big-bang los separada y ella dulcemente volteó hacia él la mirada.
De repente los gritos de la gente hacen estremecer mi cuerpo, el día de momento ha muerto, el tren se detiene frente a mi cansado cuerpo y en medio de un vidrio empañado se refleja tu mirada que choca contra mis ojos y me eclipsa, se funden las almas desde lo lejos en el más armonioso impacto se abrazan mientras todo alrededor se desploma y de nuevo dibujo sueños en esta tierra sin dueño, rodeado de luces, de colores y de magia, olvidando el día, olvidando lo pasado mientras la luna enamorada besa a su amado.
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