Mantra XCIII (Corvidae)

Flotan las nebulosas, empapadas en vinos de lejanía,
acompañadas por el silencioso cortejo de los faros ahora muertos,
espiando ese vuelo crepuscular,
medular,
intoxicado de noche, ebrio de soledad.
El mundo ahora ha acallado sus ruidos,
esa monótona pesadumbre
que se aleja tras la negra estela de las chimeneas,
sobre oscuras mareas,
intoxicado de noche, ebrio de soledad.
¡Oh pupila achispada de bruna inmensidad!
Observador omnisciente, paciente y obcecado,
emplumado y enlutado,
feroz y embotado,
intoxicado de noche, ebrio de soledad.
Planeando como borracho Mercurio,
errático, obnubilado de eternidad,
entre mieses y pastizales,
ríos y rituales,
intoxicado de noche, ebrio de soledad.
¡Aquilón, octogenario caprichoso!,
ornado de orgullosa majestad,
bate tu plumaje de duelo,
arrebata al infinito sus tristes mortajas,
piérdete en su seno,
bebe de su oscuro vientre,
encúmbrate y vuelve a caer, entre levante y poniente,
sin tiempo ni edad,
en descenso meteórico,
¡sulfúrico!,
¡colérico!,
radiante y catastrófico…
y grazna una última vez tu réquiem,
intoxicado de noche, ebrio de soledad.
Comentarios
1 Comentarios
JaOlOpEzComentado el 2020-07-11
Aquí la imagen se tensa y se difunde entre las palabras, intoxicadas, ebrias de soledad... Rodríguez-Loaiza, gracias por compartir con nosotros