Desierto iluso.

Una princesa vivía en el desierto de la ilusión,
reclamaba agua y esmeraldas;
su reino quedaba en un costado de la soledad;
su voz era el único guardián que vigilaba su reino;
su sueño más preciado era rodearse de sudor ajeno;
su sueño era estrechar deseos imposibles y lejanos.
La princesa estaba acostumbrada a que la arena pareciera diamante y no polvo natural.
La princesa en medio de su ilusión, se tropezaba,
con un desierto sin dunas y sacudido por el agua.
La princesa estaba indigestada con diamantes, esmeraldas y magia;
pero un día el corazón le cantaba con voz de baritono;
el corazón dolía y ella se colocaba las zapatillas de Julieta.
La princesa enamorada del vacío, ese vacío, imaginado con cuerpo y con rostro;
la princesa lo tocaba, pero no sentía cuando tocaba.
Ese vacío era el viento que vagaba por el desierto iluso.
La pricesa le hablaba al vacío, luego caía al suelo, pensando que besaba a un mago.
La princesa salió de su reino, en busca de un amor fácil de encontrar,
la princesa cruzaba el aroma de lavanda a ciegas;
ella bailaba, mientras imaginaba que el  vacío era su media naranja.
La princesa y el desierto fueron grandes amigos;
ninguno de los dos tuvieron amigos en el pasado, por temor a perder sus sueños.
La princesa y el desierto se transformaron en un complemento.
La princesa ilusionada, cogía escorpiones, pensando que eran caracoles.
La princesa enamorada, usaba el abrigo de una alterada conducta.
La princesa confundía las palabras y el desierto fue tutor de su nostalgía.

• General